Serenae ofrece 10 consejos para no desesperarse y para saber si se necesita fibra, satélite o 4G

El internet por satélite ha dejado de ser el «plan B» para convertirse en una opción real, rápida y fiable, según Serenae

En muchas zonas rurales, tener internet sigue siendo una lotería. Si no hay fibra y la señal del móvil entra como el hilo de una aguja, la frustración está garantizada. Y no es solo una cuestión de ver series sin cortes: hablamos de estudiantes que no pueden conectarse a clase, agricultores que no pueden usar sus sensores, o pequeños negocios que no pueden ni enviar una factura.

Pero el mundo rural también tiene derecho a estar conectado. Y lo cierto es que ya no hace falta esperar años a que llegue la infraestructura. Las soluciones existen, y algunas —como el satélite— han mejorado tanto en los últimos años que merece la pena volver a mirarlas con otros ojos.

Desde Serenae, una empresa que lleva años trabajando en mejorar la conectividad en entornos rurales, han recopilado una serie de consejos para que cualquier persona que viva en el campo pueda mejorar su conexión a internet o, al menos, saber qué tipo de tecnología le conviene realmente. Sin promesas vacías, sin tecnicismos, y con los pies en la tierra.

1. El satélite ya no es un «último recurso»: Durante mucho tiempo, hablar de internet por satélite era sinónimo de velocidad limitada, precios altos y latencia eterna. Pero eso ha cambiado. Hoy los nuevos servicios pueden alcanzar velocidades de hasta 200 Mbps, con una estabilidad sorprendente y, lo más importante: llegan donde nadie más llega.

«Hay hogares en los que llevaban años esperando a que llegase la fibra o que les pusieran una torre para el 4G. Mientras tanto, el satélite ha ido evolucionando y hoy es una solución inmediata y más que válida, sobre todo para quien no quiere seguir esperando», explica Vanessa Cota, Directora de Marketing y Experiencia del Cliente de Serenae.

2. Elegir bien: ¿fibra, 4G o satélite?: No todas las tecnologías sirven para todos los lugares. Si tienes fibra, estás de suerte. Si se tiene cobertura móvil, quizá se pueda sobrevivir con un router 4G. Pero si ni una ni otra funcionan bien, el satélite puede marcar la diferencia. La clave está en saber qué se adapta mejor al entorno y las necesidades.

«La conectividad no es solo una cuestión de velocidad, sino de estabilidad, cobertura y uso real», apunta Vanessa Cota, Directora de Marketing y Experiencia del Cliente de Serenae. «Hay personas que tienen fibra, pero con cortes constantes, y otras que con satélite hacen videollamadas diarias sin problema. Lo importante es adaptar la tecnología al terreno, no al revés».

3. La culpa a veces está dentro de casa: No todo es cuestión de torres o satélites. A veces el problema está en el propio hogar: routers antiguos, malas ubicaciones, casas con muros gruesos… Muchos de los fallos de conexión vienen del WiFi doméstico. Usar repetidores, redes mesh o simplemente mover el router puede marcar la diferencia.

4. ¿Y si pueden pagar parte de la conexión?: Existen programas públicos, como el Plan UNICO Demanda Rural, que subvencionan la instalación de internet por satélite en muchas zonas. Sin embargo, sigue habiendo una gran falta de información, y muchas familias que podrían beneficiarse ni siquiera lo saben.

«En zonas donde llevaban años sin alternativas, ahora el alta y parte del servicio pueden salir subvencionados. Pero hay miedo a los trámites, a que sea complicado. Por eso intentamos acompañar al usuario, que no se sienta solo», señala la Directora de Marketing y Experiencia del Cliente de Serenae.

5. No obsesionarse con los megas: Los test de velocidad pueden ser útiles, pero tampoco lo son todo. Un número alto no garantiza buena conexión si es inestable, y una latencia algo superior no tiene por qué ser un problema si se mantiene constante. Lo importante es que la conexión funcione cuando se necesita, no que luzca bien en una gráfica.

6. Cuando todo lo demás falla, el satélite sigue funcionando: Una de las ventajas del satélite es su independencia de la red terrestre. En casos de cortes eléctricos, tormentas o fallos generalizados de red móvil, el satélite puede seguir operativo. Por eso, en zonas remotas o con condiciones climáticas difíciles, tener una segunda conexión por satélite es casi una red de seguridad.

7. La tecnología también ha llegado al campo: La agricultura de precisión está transformando el sector primario: sensores, estaciones meteorológicas, gestión remota del riego o incluso maquinaria autónoma. Pero todo eso necesita conexión, y muchas explotaciones están fuera del alcance de la fibra o la cobertura móvil.

«Estamos viendo cómo una simple conexión por satélite permite monitorizar cultivos en tiempo real o ajustar el riego según la humedad. No es ciencia ficción: ya está pasando, y está cambiando la forma de trabajar en el campo», señala Vanessa Cota.

8. Conexión segura, también en pueblos: Los ataques informáticos no son solo cosa de grandes empresas o ciudades. Cada vez hay más intentos de fraude dirigidos a personas mayores en zonas rurales, o a pequeños negocios que trabajan desde casa. Aunque la conexión llegue por satélite, los riesgos son los mismos.

Por eso es importante mantener los dispositivos actualizados, usar contraseñas seguras y desconfiar de correos sospechosos, se viva donde se viva.

9. El instalador de la zona en la que vives, es el mejor aliado: Cada terreno tiene sus particularidades. Casas en cuesta, construcciones de piedra, árboles frondosos… No es lo mismo instalar un router en un piso del centro que en una masía del siglo XVIII. Por eso, trabajar con instaladores locales que conocen la zona es clave.

«Los técnicos de proximidad no solo instalan: entienden cómo funciona la vida en ese entorno. Y eso marca la diferencia entre una instalación estándar y una que realmente funcione bien», destacan desde Serenae.

10. Conectarse ya no depende de esperar a que llegue la fibra: La espera se ha hecho eterna en muchas zonas rurales. Años oyendo que «la fibra llegará», que «está en los planes», que «pronto estará disponible». Mientras tanto, los vecinos se las arreglan como pueden.

Pero ya no hay por qué resignarse. El satélite, bien implementado, puede ofrecer una conectividad de calidad sin depender de calendarios que se retrasan eternamente. Y cuando se combina con otras tecnologías (4G, WiFi local, repetidores, etc.), el resultado puede ser más que digno.

Conectar el campo no es solo posible: es urgente
El derecho a una buena conexión no debería depender del código postal. Vivir en el campo no significa renunciar al teletrabajo, a la educación online, a gestionar un negocio o a simplemente hacer una videollamada con normalidad.

Como concluyen desde Serenae: «Conectarse bien no es un lujo, es una necesidad. Y hoy ya no hace falta vivir en una ciudad para tenerlo».

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